domingo, 14 de febrero de 2010

Después de casi tres meses..me decido a subir algo nuevo al blog. No sin antes mencionar que me han honrado con elegir un relato para publicarlo en Letralia, en la edición de febrero:
MI RELATO EN LETRALIA, CLIC AQUI
Ahora sí, lo de esta noche:


Blasfemia de vidas renegadas.

Ser parte de todas esas historias no contadas, que por más que suelen pretender hacerlo, no es nada reconfortante en ocasiones. Miles de películas y novelas que se erigen en nuestro nombre, millones de canciones que elevan el sentir de esta ‘juventud mascullada’ que necesita gritar. Ellos no nos dan la voz, realmente.

Estoy sentada viendo los créditos de un viernes extraño, siendo hoy sábado perdido. Bueno, domingo naciente, con un futuro prometedor. Pero, qué blasfemia.

No he contado, pero este filme lo he repasado unas cuantas veces, por más que no procuro seguir su nacimiento ni cualquiera que se le parezca. Durante las escenas me ha chispeado el estómago; ese nerviosismo tan continuo en la juventud. Algunas sonrisas pidieron su lugar también.

Pero qué blasfemia. Así no es nuestra vida. Así no pasamos los días. Nuestros cabellos no son perfectamente lacios y luego perfectamente despeinados. Nuestro maquillaje no es siempre el más glamuroso o el más ad hoc con nuestra forma facial. Nuestro ropaje no es el mejor en todas las ocasiones, incluso cuando queremos que se vea mal.

Me miro el pijama y en verdad no me siento reflejada. Las mujercitas del otro lado de la pantalla no tienen ni la más mínima intuición de lo que es la vida que actúan, por más que una historia verdadera de Hollywood lo quiera fulgurar así. Llenan marquesinas de lo que cada humano no alabado por la sociedad es, pero más que darles razón les doy mis lágrimas.

Yo también toco la guitarra y repruebo exámenes. Existe un profesor que me odia, y una compañera que lo hace con más fervor. Yo también tuve un amor secreto que se enamoró de mi madre. La diferencia es que nosotras no cambiamos de cuerpo. Seguimos siendo las mismas al salir y al esconderse el sol.

Me llamo Carla, no Ana. No tengo un abuelo que visite la casa, sino que paso días sin comer algo decente. No tengo un hermano latoso, tengo cinco a los cuales ayudo a mantener. No manejo el volvo de mi madre, pero utilizo los mismos camiones que ella.

Letras, imágenes, melodías. Cualquier cosa que pretenda reflejarnos, lo hará sólo en el momento en que quien lo haga sea uno de nosotros, sin estar manchado por esa codicia tan famosa. Por esa ambición tan resplandeciente. Por esa soberbia tan aclamada.

Berenice Betancourt