miércoles, 16 de marzo de 2011

Destino Felicidad

“La felicidad es su destino”. Así portaba con orgullo una lona ubicada frente al negocio, en Destino Felicidad. Martín respiró profundo, acomodó la camisa y se quitó su sombrero. Se dispuso a entrar por la puerta de cristal y cedro.

― ¡Buenos días! ― Casi gritó Martín al toparse con voces provenientes de todos los ángulos de la habitación hexagonal.

― Buen día. Soy Rolando Dempwolff, su asesor de ahora en adelante. Quien lo guiará a LA FELICIDAD. Lo que usted desea, en el lugar que quiera. La felicidad es su destino en Destino Felicidad. ¿Cuál es su nombre?

― Martín Dorima…

― ¿En qué le puedo servir Sr. Martín?

― Quiero cambiar de casa, me gustaría conseguir un lugar en México.

― ¡Claro! Ya tengo visualizada su nueva vida ― dijo Dempwolff en tono de canto, elevando los brazos como lo haría el actor principal en un musical ―. Acompáñeme a mi escritorio.

Martín no supo qué más hacer que seguirlo, su voz fresca y motivadora lo asustó al principio, pero luego lo llenó de las suficientes ganas de tomar la decisión de su vida. Tardía, pero la más importante. Trató de seguirle el paso, pero aún así rezagó unos cuarenta segundos su llegada al escritorio. Topándose con ríos de gente, de un lado a otro la corriente, pudo llegar a salvo.

La madera de las sillas acolchadas con tela color vino, la del escritorio y los archiveros, combinaban con el cedro de la puerta de entrada. Los marcos de los reconocimientos y de algunas fotografías familiares también eran del mismo detalle. ¿Que cómo supuso Martín que eran su familia? Los cabellos rubios y brillantes, la dentadura perfectamente trabajada por el mejor dentista de la capital, y esa ropa de las grandes tiendas del extranjero lo gritaban. Interrumpiendo la mirada escáner de Martín; Rolando Dempwolff bajó mediante control remoto un mapa inmenso de los Estados Unidos Mexicanos. Parecía tan real, tan íntegramente un antojo.

― Muy bien Martín Dorima, como podrá ver, en este mapa virtual se encuentran algunos destellos en los lugares más asediados por nuestros clientes. Pero aquí no importan ellos, importa usted. ¿Le agradaría una playa paradisiaca? ¿O quizá una metrópolis? ¡O ya sé! ¿Qué le parece una ciudad con arquitectura barroca? Bueno, primero dígame, ¿acompañado de quién realizará este viaje? ¿Su esposa, sus hijos, algunos familiares o tal vez unos amigos?

― Yo solo.

― ¿Sólo? ¿Despejarse del barullo familiar? ¿Divorcio reciente? ¿Alguna amante por visitar?

― No, nunca m casé. Mi padre acaba de fallecer. Y sé que es algo avanzada mi edad, pero a mis 57 años aún quiero conocer las tierras que me platicaba mi abuela cuando yo era sólo un niño. Eran lugares en el norte del país, muy cerca del Río Bravo.

― ¿A qué nivel socioeconómico pertenecía su abuela, Sr. Dorima?

― ¿Nivel socio…?

― Hagámoslo más fácil y rápido ― apresuró a decir el Sr. Dempwolff antes que Martín pudiera elegir una al azar ―. Descríbame las características del hogar de su abuela.

― Pues nosotros vivíamos con ella. Dormía en el mismo cuarto que mis primos. Mis papás tenían una cama en la sala. Bueno, la verdad no había muchas divisiones en esa casa. Pero veíamos la televisión todas las noches, me acuerdo que nos emocionábamos con el programa ése de los concursos. Esperábamos un día participar y ganar todo ese dinero para comprar un carro. Ya sabe cómo es re difícil andar en camión de un lado al otro.

― Hogar D. ― Comunicó el Sr. Dempwolff al mapa tras sus hombros.

Comenzaron a apagarse las primeras luces y a encenderse algunas otras. Dempwolff tomó aire suficiente y se acomodó la corbata para comenzar su discurso. Ahora sí, su discurso.

― Tenemos en la zona norte del país justo debajo del Río Bravo, algunas ciudades de los estados de Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila y Chihuahua. Comenzaremos por el mar, es decir, por la ciudad de Matamoros. El centro es un buen lugar para casas de ese estilo que menciona, pero las colonias que le puedo recomendar son la Popular, la Obrera, la Mariano Matamoros y la Chuy Vega. Son muy conocidas y su nivel D es perfecto para ellas. Algunas tienen cerca canales malolientes, la fama de robos por sus calles, o la tardanza del camión recolector de basura, pero no tiene nada de qué preocuparse. Yéndonos para la ciudad de Reynosa…

― Oiga...pues… ―Martín lo interrumpió, mientras contoneaba sus ojos en los focos encendidos del mapa, y luego de ser observado ferozmente por su asesor, anunció ―no pensé jamás en eso, y la verdad, da lo mismo. Me quedo donde estoy, en mi pueblito. Gracias.

domingo, 14 de febrero de 2010

Después de casi tres meses..me decido a subir algo nuevo al blog. No sin antes mencionar que me han honrado con elegir un relato para publicarlo en Letralia, en la edición de febrero:
MI RELATO EN LETRALIA, CLIC AQUI
Ahora sí, lo de esta noche:


Blasfemia de vidas renegadas.

Ser parte de todas esas historias no contadas, que por más que suelen pretender hacerlo, no es nada reconfortante en ocasiones. Miles de películas y novelas que se erigen en nuestro nombre, millones de canciones que elevan el sentir de esta ‘juventud mascullada’ que necesita gritar. Ellos no nos dan la voz, realmente.

Estoy sentada viendo los créditos de un viernes extraño, siendo hoy sábado perdido. Bueno, domingo naciente, con un futuro prometedor. Pero, qué blasfemia.

No he contado, pero este filme lo he repasado unas cuantas veces, por más que no procuro seguir su nacimiento ni cualquiera que se le parezca. Durante las escenas me ha chispeado el estómago; ese nerviosismo tan continuo en la juventud. Algunas sonrisas pidieron su lugar también.

Pero qué blasfemia. Así no es nuestra vida. Así no pasamos los días. Nuestros cabellos no son perfectamente lacios y luego perfectamente despeinados. Nuestro maquillaje no es siempre el más glamuroso o el más ad hoc con nuestra forma facial. Nuestro ropaje no es el mejor en todas las ocasiones, incluso cuando queremos que se vea mal.

Me miro el pijama y en verdad no me siento reflejada. Las mujercitas del otro lado de la pantalla no tienen ni la más mínima intuición de lo que es la vida que actúan, por más que una historia verdadera de Hollywood lo quiera fulgurar así. Llenan marquesinas de lo que cada humano no alabado por la sociedad es, pero más que darles razón les doy mis lágrimas.

Yo también toco la guitarra y repruebo exámenes. Existe un profesor que me odia, y una compañera que lo hace con más fervor. Yo también tuve un amor secreto que se enamoró de mi madre. La diferencia es que nosotras no cambiamos de cuerpo. Seguimos siendo las mismas al salir y al esconderse el sol.

Me llamo Carla, no Ana. No tengo un abuelo que visite la casa, sino que paso días sin comer algo decente. No tengo un hermano latoso, tengo cinco a los cuales ayudo a mantener. No manejo el volvo de mi madre, pero utilizo los mismos camiones que ella.

Letras, imágenes, melodías. Cualquier cosa que pretenda reflejarnos, lo hará sólo en el momento en que quien lo haga sea uno de nosotros, sin estar manchado por esa codicia tan famosa. Por esa ambición tan resplandeciente. Por esa soberbia tan aclamada.

Berenice Betancourt

martes, 17 de noviembre de 2009

Todo en venta

La verdad, esto de las nuevas tecnologías no es para todos. Tampoco lo de comunicarse con personas que no conoces, y que luego dices conocer. Yo comencé a utilizar una de esas redes sociales, y muy pronto me di cuenta de que la mayoría de mis amigos de la escuela, del grupo de la iglesia, y hasta vecinos estaban ahí también. Era muy agradable tener otra forma de contacto con ellos, pero yo no me quería quedar como todos. Nunca me ha gustado quedarme atrás o en la línea común, pero no se me ocurría qué podía hacer para figurarme de manera especial. Quería tener un contenido lo suficientemente atractivo para disparar mi número de amigos. Tenía que hacer algo al respecto.

Desperté un lunes, ya en vacaciones. El primer lunes de suspiros limpios sin desgarros en garganta, provocados por estrés y gritos a compañeros ineptos. Pude oler la esencia de cebolla y tomate mezclados con huevo y una pisca de pimienta. Bajé rápido de la cama y me dirigí a la cocina, mi madre no parecía de buen humor, disipando así el agradable aroma que antes podía percibir. Su saludo se basó en un grito, apoyado por un “¡Deshazte de la basura de tu cuarto! ¡No quiero ver más porquería en esta casa!” Perdí el interés de comer y así como llegué, me regresé a mi recámara. Me senté en la cama y observé cada artículo. Realmente tenía muchas cosas que ni siquiera recordaba que estaban ahí. Comencé por pasar todo lo que ya no necesitaba al suelo, en el centro. Eran libros, revistas, ropa, zapatos, accesorios femeninos, bolsas…tantas cosas que el bulto terminó enorme.

Volteé alrededor por si divisaba algo que se me había pasado, pero la computadora se robó toda mi atención. Empecé a sonreír poco a poco. Si alguien me hubiera visto pudo bien presenciar una magnífica escenificación de alguna película de suspenso. El momento preciso en donde se idea el acto perverso. Di saltos hacia mi mochila tratando de no arremeter en contra de la masa de artículos en el suelo. Saqué la cámara digital y comencé a tomar fotografías de cada objeto tirado, procurando obtener su mejor pose. Eran mis modelos, y dependía de mí que conocieran otros hogares. Al final obtuve como 47 fotografías, las pasé a la computadora en cuanto pude encontrar el cable entre el desorden.

Agrupé las fotos de acuerdo a su tipo de utilidad, y las comencé a subir a facebook. Era cada vez mayor la emoción de poder tener algo interesante qué mostrar en mi perfil. En verdad sentí que eso era para mí. Detallé las características de cada objeto, especifiqué un precio, y di ‘compartir’. No pasaron ni 3 minutos cuando varios amigos ya preguntaban por algunos libros y unos más por prendas de vestir. Durante la semana empecé a tener las primeras ventas, amigos que ya sabían mi dirección y acudían en busca de su tesoro encontrado.

Conforme pasaron los días personas desconocidas me fueron agregando como su ‘amiga’, averiguando siempre por objetos que les habían recomendado. Eran de mi ciudad, de escuelas donde tenía conocidos, visitantes cercanos entre los cuales me hice muy buena fama. Me deshice de más artículos que ya no necesitaba, pues con las ganancias hechas me compré lo que mi ego iba clamando. Mis padres notaban un mayor tráfico de compañeros en la casa, pero yo sólo podía decirles que era negocios, y que como mi madre había dicho, me estaba deshaciendo de la basura de mi cuarto.

Luego de dos semanas todo seguía siendo maravilloso. La única dificultad era que me estaba quedando sin mercancía. Hablé con mis padres, escudriñaron sus recámaras y me dieron todas aquellas cosas que ya no querían, mediante un acuerdo en donde ganarían la mitad del monto que mis amigos dieran por cada artículo. Realicé de nuevo los pasos necesarios y gracias a mensajes continuos muchos de mis ‘amigos’ se enteraron de la nueva temporada. Todo era muy variado, cosas de mi padre, de mi madre y de mi hermano mayor. Cualquiera podía encontrar lo que necesitara. Muchas personas que ya habían comprado antes, separaron lo que les gustaba de estas nuevas fotografías, y ponían día para efectuar el intercambio.

Todo estaba saliendo muy rápido. Nuestra basura era tesoro de alguien más. Supongo que los precios eran muy accesibles también. Apenas lo publicaba y se vendía.¡Todo estaba volando!

Era fin de semana y no tenía ganas de salir. Acomodar la siguiente venta, fotografiarla y mencionar sus características me dejó realmente exhausta. Me fui a recostar en lo que mis padres se alistaban para una cena de ex compañeros de universidad. De mi hermano no supe nada. Realmente nunca nadie sabe nada. Tocaron a la puerta y esperé que alguien más abriera, pero el llamado no cesaba. Seguramente mis padres ya habían salido y mi hermano estaría en casa de algún amigo jugando Xbox. Abrí la puerta con el cabello hecho remolinos. No tenía ganas de mirarme al espejo.

Tres hombres y una mujer preguntaron por mí, asentí con la cabeza. Sus palabras fueron muy precisas, estaban interesados en algunos artículos de mi perfil. Les comenté que se había estado manejando con citas, habiendo primero conversado conmigo por el mismo facebook.

Y en realidad, como lo dije antes, todo estaba volando. Todo estaba saliendo muy rápido. Me empujaron a un sillón y me custodiaba la mujer que tocó la puerta, manteniendo un cuchillo contra mi cuello. Los otros tres tomaban cuanto veían. Estando a la venta o no, lo tomaban.

Ella me platicó cuando fui al rancho de mis tíos, de cómo me había divertido con mis primos y de cómo me dolió que esa fuera la última vez que veía a mi abuela antes de que falleciera. Lloró por mí. Yo no podía hacer absolutamente nada. Luego mencionó varias fechas y se detuvo en el 23 de octubre, cantando una canción cuya letra yo había estado escribiendo en el estatus de mi perfil. Sacó de la bolsa de su pantalón un papel doblado en cuatro, con una sola mano, la que tenía libre sin el cuchillo, lo abrió. Me lo mostró sonriendo tiernamente. Era una foto donde salíamos mis amigas y yo bailando en una quinceañera. Me comentó que había elegido a un chico para mí, que según por lo que había visto nuestros gustos eran parecidos, y que si yo quería ella podía presentármelo.

Yo no sabía realmente qué pensar. Preferí no hacerlo, y seguí mirándola como se mira a un árbol desde una hamaca. Recuerdo haber sudado, porque me aconsejó no volver a comprar maquillaje de catálogos, que era mejor que aprovechara cuando iba a algún centro comercial de compras. “Y no olvides desmaquillarte antes de dormir, en las fotos que subes siempre sales muy bonita, pero luego se te corre todo, como ahora”, me dijo, como si fuéramos amigas de tiempo atrás.

No sé cuántas cosas más me contó de mí misma, porque no parecían mis historias, ni mis pasajes. No parecía mi vida en sus palabras, con su aliento de confianza extraña.

Dejé que siguiera hablando. Luego de tiempo, y digo tiempo pues no puedo especificar minutos ni horas, ellos habían elegido todo lo que les había gustado. Sabían perfectamente dónde estaba cada cosa, como si fuera su propia casa. Salieron, dos se subieron a una camioneta, otro quedó de pie junto al marco de la puerta. La mujer se fue separando poco a poco, cuidando que yo no tratara de gritar o escapar. Yo sólo podía mirarla. “Te veo más tarde, le enviaré un regalo a tu mascota. Quizá también visite tu granja antes de dormir”, me dijo. Cerró la puerta sin perderme de vista jamás.

De nuevo no sé de relojes. Continúo en el sillón de la misma forma en que ella me dejó. Creo que si me muevo, aún puede lastimarme su cuchillo.

BereniceBetancourt

jueves, 10 de septiembre de 2009

Pequeño fragmento de "Límites de Cielo"

He deambulado por la casa y ahora he salido. He llegado al trabajo, y no miento al decir que me sustenta, pues ni el alimento de hace minutos me llenó tanto. Una pequeña sonrisa puedo evocar ahora que este aire es más respirable. Infestado de alucinaciones. De fantasías que sólo yo puedo comprender y fabricar vallas en su nombre. Quizá sean tonterías, pero finalmente mías. En cada hoja cayendo veo destellos de nuevas ideas. Cada piedra lanzada es un sí a imposibles acciones. Cada ruido, cada murmullo, son motores de proyección. No quisiera perderme jamás de este espacio que me brinda tanto. Quisiera cargar conmigo el peso de sus consecuencias y amordazarme con la pasión de su acaecer. Matarme poco a poco en su realización y al llegar la noche sonreír a lo creado. Como cualquier labor es ardua, pero cuando hay amor de por medio nada se vuelve más satisfactorio. Aquí, donde los humanos viven bajo efusiones de sentimientos y se plasma todo ello en lienzos de cualquier material, donde los artefactos para crear son inmensos y cualquiera que sea sincero consigo mismo tiene acceso a ellos. Aquí, que cuando se necesita soledad la existe y cuando lo requerido es tumulto también se encuentra.

[Fragmento de "Límites de Cielo", novela en construcción]

lunes, 29 de junio de 2009

Sueños



Sueños que me despiertan el alma
maquinando amaneceres luminosos.
Inventan todo lo que deseo,
presentándomelo en destellos de no razón.

Vagando en fríos canales,
Donde mis antojos reales son,
agraciadamente, lo que existe.
Aunque fuera una condena, querría más.

Amante de poetas, mujer de recios.
Musa de creadores, Dirigente de reinos.
Mandataria de legiones. Combustible.
Cerebro de investigaciones, escritora de anhelos.

Enredada en ellos puedo gritar,
redactar, bailar, besar. Despertar.
Puedo convertirme en la fatalidad
que en cada travesía negable puedo estar.

Arrebatos completamente diluidos.
Entre ríos de conciencia y la que no es así.
Páginas de inconstancias, transparentes.
Sueños que gozaría tenerlos de realidad.

Finalmente para mí lo son. Existencias.
Viviré con ellos en la mente y en base
a sólo esos contextos titilantes,
saltaré de piedra de piedra, en la Tierra.

BereniceBetancourt

domingo, 17 de mayo de 2009

Ha muerto otro singular...

Y hoy falleció Benedetti..
quizá por algo nació publicar este día la entrada anterior..

Que en paz descanse...

Ha muerto un singular

Y cómo se desploman aquellos de los cuales hay pocos. Cómo vemos caer las hojas de cuyos árboles no se plantan continuamente. A inicios de este año, aquél miércoles 7 de enero, falleció el abogado e historiador Ernesto de la Torre Villar. El bibliófilo de México ha pasado a nuevos sueños, y nos ha dejado como donativo a esta humilde causa humana algunas obras como La Constitución de Apatzingán y los creadores del Estado mexicano; Los Guadalupes y la Independencia; La Independencia mexicana; Temas de insurgenca; entre otras. Un hombre con grandes aportaciones en el ámbito de la abogacía, la redacción y la historia, siempre dedicado a la exploración, la enseñanza y el impulso de la cultura. Como galardones se llevó las Palmas Académicas de la República Francesa, el Premio Universidad Nacional de México, el Elías Sourasky y varios más.

Uno de los intelectuales más importantes del país ha muerto. ¿Pero cuántos quedan por venir? Si bien hay miles de interesados, ¿no es eso una burla tomando en cuenta los millones que somos?

¿Por qué desde esta perspectiva la calidad no se vincula con la cantidad? Bueno, si se habla de vínculos inversos hay cierta posibilidad. Cuántos compañeros de mundo no crecen y se desenvuelven de una manera en que sus aprendizajes son vanos; en las ocasiones en que los existen. No es gracioso saber que sus vidas se despliegan en lo que su más cercano alrededor les ofrece sin antes reconocer si es recomendable aceptarlo, o que nos codeamos por personalidades vacías que con unas horas perdidas al día y otras cuantas trabajando – en algo que ni ellos comprenden porqué – sienten que han hecho el esfuerzo suficiente. ¿Dónde queda la necesidad de aumentar el conocimiento para mejorar el nivel de vida, el requerimiento de exponer sentimientos con herramientas poco usadas o la obligación propia de alcanzar nuevos horizontes de comprensión?

De alguna manera la mediocridad se ha divulgado como mecanismo perfecto de situación social, cuando es una decadencia su derivación. La eventualidad de permanecer en pausa y con ello obtener una constancia benéfica en contextos de conformidad material, ha convertido las ganas de adelantamiento en una opción poco elegible, proporcionando una vida fría a aquellos que observan desde otra configuración.

Encontrarse en continuo movimiento, aunque en ocasiones se retorne en el camino, es fundamental para continuar avanzando. Los efectos de la atención suministrada a lo que se encuentra dentro de nosotros y lo que podemos aprender con su efecto hacia el exterior, son innumerables. Más allá de nuestra actual herramienta corporal, se encuentra una historia, un pasado, y lo más importante; se aciertan maneras de expresarlo. La cultura es tan vasta que cada individuo podría dedicar su vida al estudio de un área, y aún así no se contaría con personal suficiente. La esencia de la humanidad nos provee de los instrumentos necesarios para la planeación de nuestra vida venidera. Si es tan relevante su participación, se está pudriendo la probabilidad de escalar.

Ha muerto un singular. ¿Cuántos quieren convertirse en ello a base a un trabajo arduo colmado de conocimiento? ¿Cuántos están dispuestos a resurgir?


Berenice Betancourt